En
Suiza soy un artista. Aquí, un maricón pintado. Me llamo Dante,
pero prefiero que me llamen Carola. Soy gay y transformista. A menudo
visto como mujer a pesar de que alguna vez me han insultado y
apedreado. Estoy acostumbrado al rechazo y, aunque me veas así de
feo, bajo, peludo y gordito, cuando me transformo soy irresistible.
Y
Carola, con sonrisa burlona, mira divertida +
a Andrea, la periodista que prepara un artículo sobre su trayectoria profesional. Carola bate las pestañas mientras bebe vino rosado en una copa de balón repleta de cubitos; cruza las piernas con delicadeza y acerca el cigarrillo mentolado a sus labios en perfecto estado de seducción. Lista para contestar, en tono afrancesado, mientras tararea juguetona ‘Je suis Malade’.
a Andrea, la periodista que prepara un artículo sobre su trayectoria profesional. Carola bate las pestañas mientras bebe vino rosado en una copa de balón repleta de cubitos; cruza las piernas con delicadeza y acerca el cigarrillo mentolado a sus labios en perfecto estado de seducción. Lista para contestar, en tono afrancesado, mientras tararea juguetona ‘Je suis Malade’.
¿Mi
trayectoria profesional? Pues estudié Arte Dramático, luego trabajé
de maquillador en el Teatro de la Ópera de Ginebra y, más tarde,
como transformista en cabarets importantes de la Costa Azul, en el
Caribe, por Centroeuropa..., hasta que me instalo definitivamente en
Ginebra, en La Garconniere. Mira, -dice Carola pensativa- yo he
cumplido el sueño de trabajar en lo que quiero pero he de confesarte
que he pagado un precio muy alto por conseguirlo.
¿Que
cuente algo de mi vida? A los 14 años mi padre me echó de casa por
maricón. Imagina Ginebra en pleno invierno y yo durmiendo
varios días en la calle. Acabé en un albergue juvenil y mi madre me
visitaba a escondidas. Cómo son las cosas, a mí, por maricón me
echaron. Mi hermano, que es un ladrón buscado por la justicia y un
yonki, es el orgullo de la casa. El macho. Cuando mi padre enfermó
de cáncer lo cuidé hasta que murió. Jamás me dirigió la palabra.
Ni siquiera cuando lo lavaba y curaba. Y lo hice con mucho amor
porque era mi padre y le quería. Mi hermano nunca lo visitó. Ni
siquiera vino al entierro. Ahora ya ves, vivo en Torrevieja, con mi
madre desde hace 12 años porque la pobrecita está mayor. A mi
hermano le sigue pasando dinero y el resto de la pensión se lo gasta
en el bingo. Yo viajo cada tres meses a Ginebra y Marbella para
trabajar un poco y mantenerme. No me quejo, la vida a veces es así,
- sonríe juguetona mientras alza los brazos como un mago-.
¿Un
día normal en el camerino? -Carola entorna los ojos coquetones, le
da una calada al cigarro y rie mientras parpadea-. Pues hay muchos
nervios porque la función está a punto de empezar. Pero te voy a
contar una cosa, - susurra con complicidad mientras acerca su boca al
oído de la periodista-. Llego siempre el primero, me pongo un gin
tonic y en el camerino me enciendo un cigarro. En el local no se
puede fumar, pero ahí sí porque es privado, -abre los ojos y
gesticula con exageración- ¡Mataría por un cigarro! - dice a
carcajadas-. Después de fumar me siento frente al espejo y comienzo
a borrarme. Me borro física y emocionalmente con una capa gruesa de
base que cubre por completo mi rostro. Esa primera parte es brusca y
dura porque literalmente has de desaparecer para que, con el
maquillaje, surja la mujer que llevas dentro. Tengo una anécdota
graciosa de mi primer día en La Garconniere, me reí mucho porque me
mandaron al sitio de la vedett, que es el más ancho del camerino. Tú
ahí, - señalaron entre bromas- que eres la más gorda y aquí,
entre tantos trajes, plumas y boas no nos podemos mover.
Preferiría
no hablar de lo duro que me ha sido llegar aquí, de cómo perdí a
los tres amores de mi vida en accidentes y de que ahora estoy en
secreto con un casado que tiene un cargo público muy importante. Es
cierto que a veces estoy triste, sobre todo si llevo tiempo sin ser
Carola. Así que, cuando estoy depre Carola sale y me socorre,
-explica mientras levanta una ceja seductora y juguetea con los
cubitos de su copa-.
Cuando
siento que las cosas no son fáciles lo que hago es pensar en todo lo
bueno que he vivido, - confiesa orgullosa-. Yo me siento especial y
no porque sea más que nadie sino porque tengo el don de transformar
a la gente para que saquen su ‘yo’ escondido. Por ejemplo, si
a un hombre lo maquillo de mujer, se transforma. Da igual lo basto u
ordinario que sea porque al verse así, maquillado, no ve una
caricatura, ve a la mujer más maravillosa del mundo. Olvida su
tosquedad y se convierte en una dama; en una señora que desborda
sensualidad. Al
acabar la entrevista Carola despide con un abrazo a la periodista.
Big kis, querida, un placer conocerte. Au revoir.
Al marcharse la
periodista, Carola, vuelve a su silla de la cafetería frente al mar
contoneándose seductora y coge un cigarro. Un hombre se acerca por
detrás, se presenta y, con gentileza, le da fuego.
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